lunes, 10 de mayo de 2021

#Reto8delFalla

La semana pasada presentamos este reto al alumnado de 1º B:



 

Y aquí están algunas de sus hipérboles... nos han encantado. 😏😏

Gracias chicos y chicas por vuestras aportaciones. Ahora nos queda más claro que la hipérbole es una figura literaria en la que se exagera lo que se está contando. 





Hasta pronto, "Caballero"

Ayer nos dejaba José Manuel Caballero Bonald, escritor jerezano que se enmarca en la Generación del 50, junto a José Agustín Goytisolo o Jaime Gil de Biedma, entre otros. Además de novelista, ensayista y poeta, destaca su amor y conocimiento del flamenco. Cursó estudios de Astronomía en Cádiz, y de Filosofía y Letras en las universidades de Madrid y Sevilla, y fue profesor de Literatura en Colombia durante muchos años.

Amante de las letras, escribir para él era "una permanente indagación en el lenguaje. Las palabras de un poema deben significar más de lo que significan en los diccionarios", decía.

En 1996 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía, en Jerez se constituyó en 1998 la Fundación Caballero Bonald, cuyos objetivos son la promoción de la cultura y la literatura, además de la difusión de su obra. El escritor fue reconocido con el Premio Nacional de la Crítica en tres ocasiones, el Nacional las Letras Españolas en 2005, y al año siguiente el Nacional de Poesía, además del Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 2004, y el Premio Cervantes en 2012. En 2016 sumó un galardón más a su larga lista de premios, el Francisco Umbral al Libro del año (2015), por su poemario Desaprendizajes, considerado uno de los títulos culminantes de su obra.

José Manuel se ha marchado de este mundo, pero su legado se queda, y eso es lo realmente importante. En la biblioteca de nuestro centro puedes encontrar varias de sus obras, entre las que destacamos dos novelas: TODA LA  NOCHE OYERON PASAR PÁJAROS y EN LA CASA DEL PADRE.




Y qué mejor manera de despedirnos de él, que con unos versos tomados de su poema "Nombre entregado":




"Es verdad que te has ido para siempre,
que no podremos ya mirar los árboles mojados,
la lenta pesadumbre de las tardes calladas,
el nocturno temor que a nuestro amor se unía?
¿Es verdad que tu boca se irá deshabitando
sin responder a nadie ni siquiera en silencio,
que ya no cabré nunca en tu mirada,
en tus manos que guardan mi latido en su piel?

No puedo imaginar que alguien te llame
allí por ese reino donde ahora enmudeces
mordiéndote los labios como entonces
y tú vuelvas los ojos para ver si es posible
que tengas todavía un nombre en que esconderte,
un nombre que estacione la vida entre sus letras
(...)